En la Isla de las Mujeres destacó una por encima de todas.
Olivia era gorda, espaciosa, grande como una casa. Todo en ella se mostraba
redondo y colosal. Sus carnes caudalosas terminaban en unos pies pequeños
siempre engarzados en deliciosos zapatos de tacón. Ella era desmedida. También
su risa. Una risa elefantiásica en alcance pero cascabelina en intensidad.
Cuando reía temblaban los cristales y todos sentíamos un inexplicable alborozo.
Cuando comía lo hacía sin remordimientos, engullendo ingentes cantidades sin
perder la exquisita elegancia en el manejo de los cubiertos. Entonces nosotros
también terminábamos saciados. Su apetito solo era comparable con el hambre que
sentía por la vida y sus andares voluptuosos levantaban la fecundidad de los
huertos cercanos al río. Contagiados, amábamos cuando ella amaba. Pero cuando
se fugó con un ingeniero francés que arribó para terminar con el aislamiento de
la isla, no solo el gran puente quedó sin terminar. Ya muy lejos, instalada con
su amante en un hotelito de Loubressac,
Olivia agitó una noche sus pestañas con
coquetería y un huracán perfumado arrasó
el atolón. A los hombres se los
llevó el fortísimo viento. A las mujeres ni se les movió el pelo. Bueno, un
poco sí.
Texto seleccionado en Esta Noche te Cuento junto a Raquel Lozano (Piel de Retales) y Rafa Heredero. Muchos amigos entre los mencionados como Paz Monserrat, Fran Rubio, Nicolás Jarques, Towanda o Sara Lew. Enhorabuena a todos. Gracias al jurado y en especial a Jams. Es un placer estar ahí.